El sentido de la vida

El otro día me encontré con esta publicación de Zen Pencils. Ilustra super chévere un fragmento de un discurso de graduación dado por Bill Watterson, el creador de Calvin y Hobbes. Es chévere porque lo ilustra al estilo de Watterson, pero es más chévere aún por el mensaje.

Este es un post corto, más por el gusto de compartir este webcomic que me gustó. También para reafirmar lo que ahí dice:

Inventar tu propio sentido de la vida no es fácil, pero aún está permitido, y creo que serás más fácil si te tomas la molestia.

Así como dato, la publicación de Zen Pencils es de 2013 e ilustra un discurso que Watterson dio en 1990 (les dejo el enlace del discurso completo). Qué poder tenemos, hoy por hoy, de poder encontrar información así de fácil y también qué importante es compartir nuestra experiencia humana, uno nunca sabe cuándo a alguien más le va a servir.

Les dejo el webcomic completo acá también si les da pereza ir a la publicación original.

Interrupciones

¿Les suena esta situación?

¿Y esta?

(Las dos caricaturas anteriores son sacadas de Work Chronicles. Agradezco mucho a Bob por permitirme usar su trabajo para ilustrar mis posts. Les recomiendo un montón que se suscriban a su newsletter)

Las interrupciones son parte del día a día en el trabajo. No importa si estás o no presente en la oficina (aunque ciertamente es mucho más notorio cuando estás presencialmente en la oficina) de repente te llega un mensaje, una persona que te topa el hombro, alguien que te pide 5 minutos, alguien que te llama, te envían una invitación para una reunión urgente que empieza en ese momento, cosas del día a día, cosas comunes.

Muchas veces esas interacciones son necesarias pero muchas veces no lo son tanto. Una de las principales quejas que se tienen por parte de gente que regresó a la oficina luego de haber trabajado remoto es el nivel de interrupciones que llegan a tener y lo difícil que es poder concentrarse en el trabajo. Y no solo son las interrupciones directas, es el constante factor de distracción de la vida de oficina, conversaciones ajenas, videollamadas llevadas desde los puestos de trabajo, música mezclada de diferentes fuentes. Hemos creado mecanismos de eterna distracción y luego de haber vivido sin eso por meses, cuando se regresa es muy notorio.

Las personas ya tenemos encima pequeños dispositivos de distracción constante que nos acompañan en nuestros bolsillos, sumar la distracción del ambiente y las personas en la oficina al constante flujo de notificaciones de nuestros teléfonos es receta para no poder estar concentrados nunca. Muchas veces ya estamos tan acostumbrados a que en la oficina básicamente no se puede trabajar de forma continua que llega un momento en el que se acepta que no hay otra forma y por ende nos llevamos trabajo a la casa para trabajar en las noches, optamos por trabajar el fin de semana ya sea en la casa o acudiendo a la oficina vacía, un lugar donde sí se pueda trabajar de forma continua. Normal, se piensa, sino ¿cuándo trabajo?

La única forma de hacer trabajo significativo es tener bloques de tiempo donde se pueda hacer trabajo enfocado. Solo en eso. Sin distracciones. En remoto es teóricamente más fácil lograr esto, principalmente si se tiene clara la naturaleza asíncrona del trabajo remoto y no se tiene gente que esté constantemente buscando retroalimentación en línea. Cada quien puede buscar sus mecanismos y rituales para lograr bloques del día en que solo se haga trabajo de verdad.

Hay una frase que es común en todos quienes defienden el regreso a las oficinas (y que de alguna forma buscan atacar al trabajo remoto) donde dicen que es en esos pequeños encuentros, en esas interacciones casuales, donde se producen las grandes ideas, la serendipia, el estar juntos y lograr eso mágico que solo se puede lograr de formar presencial en la oficina. Como en todo es importante un equilibrio, mucha gente está como desesperada por igualarse en la interacción humana y van a la oficina solo para estar en el relajillo, en la chacota.

Es importante que la cultura de la organización fomente una buena forma de trabajo, el hecho de que las personas puedan organizar sus tareas, que puedan decir «no» a reuniones sin tener represalias, que puedan responder mensajes y correos según sea posible, donde se tenga claridad de qué es urgente y qué puede esperar, donde se respete la forma de trabajar de cada quien. Suena utópico, suena raro, pero no debería ser extraño, debería ser lo habitual que la gente pueda trabajar.

FOMO

El otro día me topé con este artículo de CNN donde hablan sobre el FOMO. Y claro que he sufrido de FOMO (son las siglas de Fear of missing out, miedo a perderse de algo) principalmente potenciado por la mucha atención que llegué a darle a redes sociales, principalmente a Twitter y principalmente hace unos 6 años. Es una sensación rara.

Estás tranquilo y de repente te agarra como que una urgencia de que veas el teléfono y veas qué pudo haber pasado entre este momento y lo que viste hace 5 minutos o hace 3 minutos o hace un minuto. Sacas el teléfono del bolsillo, no hay notificaciones pero desbloqueas igual y miras si tal vez hay algo, por si acaso, como si el teléfono o la app no te fueran a notificar, y de paso navegas por cada app que te gusta, Instagram, TikTok, WhatsApp, Facebook, lo que sea, y lo peor es que sí hay algo, entre la última vez que viste y este momento siempre hay algo nuevo, la gente sigue publicando cosas y miras en qué andan conocidos y desconocidos y crees que de alguna forma te estás quedando atrás, sientes que podrías estar mejor, que podrías estar como el resto de gente pero no estás así, solo eres tú, viendo de nuevo el teléfono y perdiendo unos minutos o unas horas, viendo la interminable secuencia de publicaciones de tu red social favorita que por algún motivo aunque te gusta ya no se siente tan bien ver.

Tener esa sensación de que te estás perdiendo de algo es turro, pero también es innecesario, es algo que te estás creando. Me demoré bastante en darme cuenta y sentirme incómodo con esto.

Realmente no te estás perdiendo de nada, al menos no de algo realmente importante. Ninguna tendencia que valga la pena (aunque sea por diversión) va a durar tan poco que necesite que estés conectado todo el tiempo y revisando el teléfono todo el tiempo y desbloqueando de nuevo por si acado y desbloqueando de nuevo aunque sabes que no hay nada nuevo para topar la pantalla y decir – ah, no hay nada – cualquier dato, información importante va a estar ahí cuando lo veas sin importar si pasó un minuto, una hora o un día o una semana incluso. El miedo a perderse de algo en redes sociales es ridículo.

Cuando me vi así y me avergoncé de ese comportamiento empecé a notar que estaba como zombie haciendo actividades que ya ni siquiera me entretenían. Empecé por ser muy radical y desinstalar las apps de redes sociales en mi teléfono. Empecé a usar plugins del browser para redireccionar hacia otras URLs cuando trataba de entrar a Twitter en la compu. Me di cuenta que el problema real estaba en el teléfono. El tenerlo siempre cerca me creaba esa necesidad de siempre desbloquear y revisar, como menso. Pero ya era más conciente, ya era más notorio para mí. Pero necesitaba ayuda. Empecé a ver un montón de videos y leer posts sobre cómo hacer esto más fácil.

De las recomendaciones que me funcionaron me quedé con la de eliminar en lo posible las notificaciones del teléfono. Me di cuenta de otra cosa, sacaba el teléfono como loco para ver si había algo en WhatsApp como todas las notificaciones estaban apagadas capaz que alguien me escribió algo urgente y debía estar revisando si había notificación en WhatsApp [el cerebro se las ingenia para hacer que te pongas a hacer esos hábitos que de alguna forma quedaron mapeados como agradables (aunque ya no lo sean)]. Entonces ajusté un poquito, activé el sonido en las notificaciones de WhatsApp y me repetía todo el tiempo «no hay nada que ver, no ha sonado la notificación, no hay nada que ver».

Luego de haber logrado esto encontré en la app de Google, Digital Wellbeing, un buen apoyo para tener visibilidad de mi uso del teléfono. Ahora sigo con ese empeño de dejar el teléfono botado. Se me convirtió en mantra lo de «no hay nada que ver», nada es tan crítico, y lo crítico es tan notorio que es imposible ignorarlo.

Así que sí, creo que estoy mejor en esto, ya no saco el teléfono de forma compulsiva, aún me falta pero creo que ya estoy en buen camino. Siento que estoy pasando del FOMO al JOMO (Joy of missing out, o la alegría de perderse de algo) me da satisfacción saber que aunque no lo tengo controlado del todo, ya tengo más control sobre esto y de verdad eso me da dicha.

Como cierre, el no estar tan atento al teléfono me ha dado unos momentos medio surreales. Estoy en reuniones con varias personas y de repente te das cuenta que todos están en silencio viendo sus teléfonos, sin importar la edad, niños, adultos, viejos; todos están ahí, viendo sus dispositivos en lugar de hablar los unos con los otros, como si se fueran a perder de algo, como si no se estuvieran perdiendo de mucho.

Empleado turro

Aprovechando el post anterior, me quedé pensando en lo que yo llamé trabajos turros y se me clavó la espinita – ¿Y si los trabajos no eran los turros? ¿y si yo era el empleado turro?

Me puse a pensar, es posible que no hayan sido oportunidades tan malas. Será que solo era yo un inconforme, guambra mimado, acomplejado que creía que podía aspirar a más y que no se quedaba tranquilo con esos trabajos.

Toda la experiencia que acumulé en esos lugares al final me hizo quien soy hoy, para bien o para mal, para aprender lo que me parece que está bien y lo que me parece que está mal. Esas compañías tenían sus cosas buenas, todas menos una siguen existiendo y siendo importantes y siendo referentes, y yo, un aparecido, vengo a decir en mi blog que eran trabajos turros.

Si a alguien le va mal en un lugar de trabajo eso no implica que a todos les vaya a ir mal, lo mismo si a alguien le va bien. La relación laboral, como relación humana que es, depende de millones de factores, al final igual las empresas son grupos de personas, no son entes mágicos infalibles, todo lo contrario, son esfuerzos humanos, muy terrenales, luchando cada día y cada momento en cada interacción de los empleados para no fallar. Y en ese sentido creo que yo fallé tanto como (según yo) fallaron las empresas donde trabajé.

Que sí, que me dejé convencer de que la empresa estaba mal y justo sucedió que la gente salió y me pidieron que cubra una posición que no disfrutaba, y yo también decidí salir por eso, por esa impresión que tenía. Pero yo debía saber que esa empresa no se iba a ir a ningún lado. Pero era guambra, justo apareció una oferta que parecía super buena y que era hasta demasiado buena para ser cierta y al final sí fue demasiado buena para ser cierta, pero claro, me cambié. La empresa me había acogido bien y me habían dado una proyección de crecimiento que parecía interesante. Pero en ese momento cuando me pintaron un panorama mágico decidí creer que sí se podía cumplir eso y me fui. De alguna forma no fui leal, creo, pero bueno, es condición humana igual buscar lo mejor para uno, aunque en esas edades uno tiene la perspectiva media averiada y no se cacha qué es lo mejor.

Luego de ese cambio me fue mal y me fue luego peor, ya lo he contado justo en mis posts Cada trabajo tiene su enseñanza. En el primer cambio me fue mal por pelele, no hay cómo ponerlo de otra forma. Me dejé vincular en un cuento que no era mío. En el siguiente me fue mal porque estaba dicho, no había de otra. Entonces sí, fui un empleado turro, fui también una persona sin criterio, me dejé llevar por un fenómeno como de culto y ya fue ya chao todo al final.

Viéndolo desde esta óptica, fui un mal empleado, uno pésimo inclusive.

Como ya he contado yo sé que todo ese camino fue lo que forjó mi experiencia y lo que me hizo creer que podría tener mi propia firma de servicios de TI. Es loco porque me acuerdo de esto y tengo certeza de que pude haber hecho carrera importante en estas compañías y tal vez estaría en otra posición totalmente diferente…

Y no lo quiero, sin todos estos cambios no hubiera hecho lo que hice, no hubiera conocido a las personas que conocí, no tendría la vida que tengo ahora, y amo mi vida ahora.

En esa combinación de azar y de destino, de suerte y de decisión, llegué a este punto. Si, en definitiva, se pudiera concluir que fui un empleado turro, puedo decir en este punto que ser un empleado turro me ha llevado a conseguir todo lo que quería. (jajajaja)

Bullshit jobs

El otro día me topé con este artículo de DHH que a su vez hacía referencia a un artículo de 2013 (¡¡¡2013!!!) donde David Graeber habla sobre el fenómeno de lo que denomina Bullshit Jobs. El título me hizo clic de una porque me sonó un montón a mis posts pasados relacionados con Trabajos turros.

En mi post yo hablé de mis experiencias en empresas que no habían cumplido con los acuerdos a los que llegaron, empresas que me ascendieron y luego me descendieron (jaja). Ahorita que lo releí me dio hasta un poco de nostalgia por lo que comento, en parte es lo bonito de escribir, a veces lees lo que pusiste y ves que ya pasado el tiempo cosas han pasado y algunas cosas han envejecido bien y otras no tanto. De alguna forma sigo creyendo en todo lo que escribí.

En los dos posts que les hablo (el de DHH y Graeber) más bien se hace referencia a otro tipo de trabajo, y aunque los títulos tienen relación realmente en estos se habla de un tipo totalmente diferente (para mal) de trabajo turro.

Trabajos que no deberían existir o que solo se justifican por lo que el mercado que hemos creado en el último siglo ha podido producir y cree que tiene valor. En el artículo hablan específicamente sobre abogados corporativos lo cual me causó un poco de gracia. Pero claro es difícil darle valor a las cosas que realmente aportan a la humanidad como el arte o las ciencias sociales, cuantificar cosas que producen dinero, aunque sea una forma turra de trabajar, ya tiene ahí ese factor que muchas veces es lo único que importa.

Tampoco quiero alargarme mucho en la descripción porque en los dos artículos que les comparto está muy claro, pero el pensar que hay trabajos que están diseñados para ser una forma de matar el tiempo, que no producen ningún gusto a la gente que los ejecuta, que en casos incluso son innecesarios y solo están ahí porque sí, o peor que tienen como objetivo el estorbar, hacer que los procesos pasen por personas solo porque están ahí… me vuela la cabeza.

Cómo es que teniendo la capacidad de crear y hacer que todo sea más vivible para todos, elegimos el crear cosas que no son mejores. Cómo es que permitimos que en lugar de buscar más bienestar, mejor equilibrio trabajo-vida, mejores jornadas laborales, terminamos teniendo esta manía de desvivirse trabajando, con jornadas laborales cada vez más desmedidas y con un culto a la adicción al trabajo como algo que se debe apreciar e impulsar.

En el artículo también mencionan la predicción que había hecho Keynes sobre tener jornadas laborales de 15 horas a la semana. Creo que eso es algo por lo que deberíamos luchar, sobre todo en este momento histórico, con el advenimiento de las tecnologías de inteligencia artificial. Triste es que esa predicción no solo no se haya cumplido sino que de alguna forma logramos que ni siquiera la jornada de 40 horas a la semana ahora sea algo real, y lo peor, que sea hasta mal visto. Cómo que solo trabajas 8 horas al día, ubícate.

El poder de la racha

Es una idea bastante sencilla. Llevar un conteo de días en los que haces algo. No había reparado mucho en ello hasta que llegó a servirme.

Ya les he hablado de Refind. Refind es una aplicación que te envía una lista curada de enlaces de acuerdo a tus intereses (de paso les dejo mi enlace de referencia de Refind). Cuando recién la instalas te pasa los primeros links y una vez que lees alguno de ellos te saca arriba este mensaje:

Todo bien, creo que lo común es que los primeros días (cuando aún estás con la novelería) entras a la app a ver qué enlaces te pasó. Y la racha arranca… 2, 3, 4 días. De repente te olvidas y la app te da la oportunidad de recuperar la racha leyendo enlaces del día que hayas olvidado hacerlo… 5, 10, 20 días. De repente vez que un hábito se va formando. La app te dice que leyendo algo cada día aumentas en x% tu capacidad y tu conocimiento, eso no me resulta tan importante como el darte cuenta de que puedes cumplir con esa tarea diaria, que puedes tener disciplina, aunque sea en algo muy simple, se puede hacer. Hace como un año y medio dije – Voy a cuidar esta racha, voy a leer un artículo en Refind cada día – y me ha funcionado, muchas veces, en especial los fines de semana, no lo hago, no es la idea tampoco que sea una cosa estresante sino más bien disfrutable, pero cuando puedo recupero esos días. Poco a poco he ido construyendo ese hábito. Ahora mi mensaje ahí arriba dice:

Así que lo estoy logrando. El fijarse en la racha tiene poder, al menos a mí me está funcionando de maravilla. Hace un tiempo me topé con la presentación TED del creador de Duolingo. Ahí habla justo de cómo se puede hacer que una app educativa sea muy usada, con técnicas de juego y de competencia entre usuarios, pero principalmente con la racha. Al tener tan buen resultado con Refind y sus rachas dije – Bueno, vamos a darle a Duolingo también su chance de nuevo – ya había usado la app pero creo que en ese momento no tenía o no hacía tanto hincapié en la racha. Empecé a seguir las lecciones de portugués. La racha se está creando, metí el widget de racha y la verdad es divertido.

De esta forma sigo creando hábitos. La idea está relacionada también en este momento con lo que hago en Habitica (ya les he hablado también de esa app) uniendo estas aplicaciones estoy logrando un mejor seguimiento (y cumplimiento!!!!!) de mis actividades. Es increíble para mí, pero estoy logrando hacer ejercicio todos los días. Esas pequeñas formas de seguimiento me han hecho tener conciencia de que sí puedo, no soy un procrastinador serial irreparable, sí hay algo de disciplina en mí que puedo seguir cultivando.

Hablar sobre esto me recordó algo que leí hace mucho tiempo en Lifehacker [según lo que medio pude investigar era un post del 2007, no estoy seguro si yo lo leí en esa fecha o no (de todas formas aquí hay un artículo más actual sobre lo mismo] que hablaba sobre la supuesta técnica de Jerry Seinfeld para ser productivo. Es justo la idea de la racha pero ahí quedaba marcada por la frase que aseguraban fue dicha por el mismísimo Seinfeld «Don’t Break The Chain», decían que Seinfeld usaba un calendario para marcar con una X cada día en el que escribía chistes, y que debía escribir a diario y no romper la cadena. Lo comento por acá porque luego de más de una década de haber dado por cierto esto, resulta que no. En un Reddit AMA que Seinfeld hice hace 11 años, él mismo se ríe de que le atribuyan la idea, que él no dijo eso y que le causa gracia que le den el crédito por esta técnica.

Pero bueno no importa quién lo diga, las rachas tienen poder, a mí me están funcionando. Ahora tengo seguimiento también de mis publicaciones en el blog y en el podcast, del ejercicio diario, de leer algo a diario, de comer fruta, de tomar agua, de aprender. Es liberador porque puedo ver cómo poco a poco voy cumpliendo, eso me da tranquilidad, lejos de ser motivo de estrés más bien se me ha convertido en una especie de juego que me está dando mucha satisfacción.

Les dejo el video del creador de Duolingo que les comenté antes. Es un video interesante que explica la filosofía detrás de esa app.

Bajar la velocidad

Estaba pensando un poco sobre el ritmo de vida que llevo, que gracias al trabajo remoto he podido encontrar cierto equilibrio en la forma cómo estoy haciendo las cosas, pero de todas formas sigo estando apurado, con una sensación de tener que hacer cosas y llenar los tiempos con actividades para sacarle provecho al día, para sacarle provecho a la vida.

Me topé con este artículo el otro día titulado «The Possibility of Slowing Down» y justo habla un poco sobre llevar un ritmo de vida más tranquilo, habla sobre la posibilidad de no solo no estar muy ocupado sino encontrar significado en lo que se hace. Me gustó aunque estaba medio muy hippie pero termina chistoso porque te quieren vender un retiro en donde te van a enseñar a frenar el ritmo frenético de la vida.

Pero el mensaje es importante, creo que bajarle un poco a la velocidad con que estamos haciendo todo es importante. Una de las cosas que noto que me afectan es la constante conexión con internet y la necesidad de ver las redes sociales y los chats. Sea cual sea la fuente de información uno termina creando dependencia, es ese miedo a estarse perdiendo algo, pero es inexistente, es una necesidad inexistente. Poder controlar ese consumo de información es algo en lo que sigo trabajando.

A nivel laboral también he encontrado un montón de veces en las que me veo apurado sin razón aparente, solo por el hecho de hacer las cosas más rápido, porque así es, debemos ser rápidos. Pero muchas veces veo esa aceleración como dejando un efecto contrario, por algún motivo las cosas más aceleradas, las cosas que se están haciendo con más presión, donde la gente está más estresada porque salgan terminan con resultados no tan buenos. Cuando el trabajo se ha hecho con calma pero sin descuido, dejando de alguna forma que las cosas puedan suceder ha resultado todo mejor.

A nivel profesional en general, al estar en el mundillo de la tecnología se siente como una ola gigante de cosas que pasan al mismo tiempo, como un tsunami de huevadas que se te vienen encima porque todo el tiempo hay algo nuevo, una nueva tendencia, un nuevo framework, una nueva tecnología que lo revolucionará todo y eso puede ser abismante. Si te dejas absorber por ese ciclón frenético de cosas te perderás de la belleza que tienen todos esos avances tecnológicos y todas las cosas divertidas que puedes hacer al solo ponerte a aprender algo nuevo. Dar un pasito al costado, dejar que la ola pase y ver qué tiene sentido para ti, qué te parece chévere y usar esos dispositivos o lenguajes o lo que sea que sea. Disfrutar eso.

Creo que es importante evaluar la posibilidad de bajar la velocidad, bajarle un chance al apuro, puede ser que por tu momento o por las circunstancias generales no se pueda hacer en algunos casos, pero creo yo que en un alto porcentaje (quién quita y en la mayoría) de casos, sí puedes tomar un respiro y hacer todo de forma más calmada. Me voy a dar ese chance, el chance de hacer las cosas con calma cuando sea posible.

(Como paréntesis totalmente aparte de la línea de argumentación de este post, también conviene decir que sí es necesario también bajar la velocidad literalmente cuando estés conduciendo tu auto, los límites de velocidad existen por algo, no corran riesgos innecesarios, no pongan en peligro ni a ustedes ni al resto por ir a exceso de velocidad)

Micromanagement

El término Micromanagement se refiere a esa situación en la que tu jefe se fija en cada mínimo detalle de lo que haces y cómo inviertes tu tiempo y cómo organizas tu día y tus reuniones y cómo escribes tus informes y etc. Es esa situación en la que te asignan una tarea y luego recibes indicaciones específicas a cada paso, causando que toda la toma de decisiones termine siendo hecha por la persona que te asignó la tarea en primer lugar. Qué mejor que una viñeta de Work Chronicles para ilustrarlo:

Una definición mucho más precisa la encontré en este enlace de Breathe (y me tomé la libertad de traducirlo):

El Micromanagement se da cuando los gerentes sienten la necesidad de controlar en un grado extremo aspectos del trabajo y toma de decisiones de sus empleados – más de lo necesario o saludable para una buena relación laboral. 

Mucha gente ha experimentado micromanagement en algún punto en sus carreras. Ser objeto de este tipo de gestión puede reducir la confianza de un empleado, extinguir su autonomía e impactar su creatividad de forma severa – y creánlo o no, ese es el mejor escenario.

En escenarios peores, puede llevar a que los empleados busquen otros trabajos, o puede incluso provocar a largo plazo cuadros de ansiedad, estrés y depresión.

En este artículo nombran 7 señales que indican que estás tratando con alguien que ejerce micromanagement:

  1. Mira los árboles y no el bosque: se fija demasiado en los detalles y minucias de las tareas en lugar de ver lo general.
  2. Toda tarea necesita aprobación: para la persona es impensable el que los demás tengan control y todo debe hacerse con su aprobación.
  3. Obsesionado con actualizaciones constantes: pide que se le actualice de forma recurrente sobre lo que se está haciendo.
  4. Dificultad delegando: no delegan las actividades y cuando lo hacen terminan igual controlando la actividad delegada.
  5. Necesitan ser copiados en todo los correos: quieren estar en conocimiento de todos los mensajes que se intercambian para saber que no se están tomando decisiones que estén fuera de su control.
  6. Dan instrucciones complicadas: dan instrucciones tan detalladas y complicadas que terminan dejando a las personas sin campo de acción y muchas veces dependiendo de explicaciones de los pasos indicados.
  7. Creen que nadie más tiene la capacidad de hacer el trabajo: creen que las personas a su cargo no pueden hacer el trabajo en el mismo nivel que ellos y por ende terminan persiguiendo a la gente mientras hacen sus tareas diarias.

Si han tenido algún jefe que haga alguna de estas 7 cosas saben lo turro que puede resultar trabajar en esas situaciones. Lo peor pero es que se crea una especie de quemeimportismo, un desdén por el trabajo, si igual cualquier cosa que haga no va a estar bien hecha y si igual la decisión que tome no va a ser relevante y será sobrepasada por alguna decisión del jefe, mejor no hago nada hasta que se me indique.

Lo peor peor es que esto es insostenible en el tiempo, la persona que está siendo gestionada de esta forma va a quemarse, va a tener menos confianza en su accionar y va a tener menos satisfacción con el trabajo en general. Pero es una situación durísima ( y creo que hasta peor) para el jefe que está en esas. Es como si estuviera haciendo el trabajo de todas las personas que están a su cargo en lugar de solo llevar una práctica de supervisión y toma de decisiones de más alto nivel, al involucrarse a un tan bajo nivel de detalle en el flujo de trabajo de todas las personas termina también quemándose, tomando más trabajo del que puede realizar y creando un ambiente de trabajo nocivo.

Creo por fortuna que nunca me ha tocado un jefe que se involucre de esta forma en mis actividades, creo también que yo nunca he sido ese tipo de jefe. Al imaginarme viviendo en un situación así, sin duda pensaría que mi jefe no confía en mí, no confía en mi criterio profesional, no confía en mis capacidades. Simplemente no funcionaría para mí.

Efecto Dunning-Kruger

El Efecto Dunning-Kruger es un sesgo cognitivo en el que personas con baja habilidad tienden a dar autoevaluaciones demasiado positivas en esta habilidad, de alguna forma también queda involucrado en este efecto lo contrario, cuando personas con altas habilidades tienden a dar autoevaluaciones muy modestas y subestimar su habilidad.

Personas que son incompetentes en cierto campo tienden a ignorar o no ser concientes de esta incompentencia y por eso me llamó escribir hoy sobre esto justo luego de hablar un poco sobre el Síndrome del Impostor.

En ambos escenarios me imagino que aplica la frase «Finge hasta lograrlo» (que suena mejor en inglés «Fake it till you make it»).

  • Una persona con síndrome del impostor está dudando de ser la idónea para un cargo, teme que descubran que es un fraude, que de alguna forma logró burlar a todos en el proceso de selección pero no era quien mejor se adaptaba a lo necesario (eso lo tiene en su mente) pero decide ir por la vida fingiendo que todo va bien y demostrando que sí sabe lo suficiente y haciendo las cosas bien.
  • Una persona con efecto Dunning-Kruger está segura de ser la idónea para un cargo, está segura de que era la elección obvia, que de alguna forma se demoraron demasiado para darse cuenta que era quien mejor se adaptaba a lo necesario (igual esto lo tiene en su mente) va (involutariamente) por la vida fingiendo que todo va bien (de verdad cree que todo va bien) pero igual termina aprendiendo lo suficiente y haciendo las cosas bien.

Cuántas veces habré pasado yo por este efecto, sí se me vienen a la mente personas que sin duda pasaban por este efecto. Cuántas veces habré estado sobreestimando mi capacidad. También, cuántas veces habré estado subestimando mi capacidad.

Es, creo yo, condición humana esto de estar en ese vaivén, en ese asimilar o tratar de entender las capacidades propias, evaluar y comparar con los demás, ver cómo nos califican los demás, en qué estima tienen a nuestra forma de interactuar, de decir y de hacer y también de aprender nuevas cosas. A veces nos equivocamos, no cachamos que somos mejores o peores, no somos capaces de comprender cuándo estamos sobreestimando o subestimando.

Dependiendo de la situación esto será más o menos crítico, es común escuchar que la única forma de aprender es haciendo, pero tratar de hacer algo demasiado complejo sin tener la suficiente base de conocimiento y experiencia puede resultar trágico. Es importante saber qué riesgos podemos tomar y qué riesgos no, pero una vez más el tener claridad de nuestras capacidades va a definir qué es factible y qué no.

Ahora claro, ya viéndole desde otro lado, alguien que esté pasando por este efecto y esté en una posición de alardear sobre su capacidad aunque muestra su clara incompetencia ya es de plano negativo y ya es algo que debe ser solucionado, aunque muchas (muchísimas) personas han hecho de ese tipo de actitud su forma de vida y con resultados buenos (solo para ellos claro, porque para los demás, qué sabremos). Creo que este meme es una buena representación de este tipo de posición.

Ser abiertos a recibir retroalimentación es crucial, la única forma de ir perfilando y adecuando la forma cómo nos percibimos es contrastarla con lo que ven los demás. Si hay demasiadas diferencias entre lo que creemos de nosotros mismos y lo que los demás nos pueden decir hay algo que corregir. Pero igual, no podemos regirnos solamente por lo que digan los demás… es complicado.

Síndrome del impostor

Es algo super popular y en las redes se lee un montón sobre el Síndrome del Impostor. Este post no tanto para decir qué es porque para eso les dejo más bien este enlace y este video de Platzi.

Y de paso este otro video que está interesante también.

Ahora para resumir se habla de Síndrome del Impostor cuando sientes que estás en una posición que no mereces, que te han dado un reconocimiento por algo que no manejas a la perfección y además tienes un miedo a que alguien te descubra, que alguien te desenmascare, que sepan que todo había sido una farsa.

En muchos momentos de mi carrera profesional experimenté algo así. Hace tiempo ya les compartí sobre una de las primeras visitas de ventas que tuvimos con mi esposa cuando empezamos con la empresa. Recuerdo ese momento como uno de los que más impostor me sentí, del tipo «¿A quién estoy tratando de engañar? ¿Yo, con una empresa?», o igual una sensación extraña que tenía cuando en mis tarjetas de presentación decía Gerente General, era medio ridículo, yo era el Gerente General, tenía papeles que lo demostraban, pero mi mente me hacía pensar que era demasiado, que tal vez debería elegir otro nombre para mi cargo, trabajar un poco más como quien se gana el título de Gerente, en una tarjetas decidí incluso quitar ese cargo de ahí, pensaba que no se veía bien que yo que estaba haciendo tareas de ventas y de implementación de proyectos ande repartiendo tarjetas que decían Gerente General, me decía que qué iban a pensar a quienes visitamos, en esta empresa no tienen a nadie más y le toca venir al gerente a hacer de todo, me daba como una sensación de inseguridad, de que no estábamos haciendo algo bien. Realmente no era medio ridículo, era totalmente ridículo.

Viéndolo en retrospectiva el no aceptar esos detalles realmente era ser un impostor, ¿cómo que no decía que era el gerente por miedo al «qué dirán»? Me llamé consultor, director, técnico de todo. Con el tiempo entendí y aprendí que eso era incluso una ventaja, el contar la realidad de nuestra compañía tenía algo de mágico para la gente a la que visitábamos, porque a ellos normalmente los visitaban con poses de grandes empresas y cuando nosotros ya encontramos nuestro estilo y nuestra forma de hacer realmente contrastábamos y llamábamos la atención.

Con el tiempo aprendí a aceptarlo, aceptar lo que era y lo que no. Adopté más bien la pose de sinceridad total, de no pretender saber más de lo que sé y eso dio resultado. Aprendí a aceptar mi ignorancia, a estar cómodo diciéndole a la gente que no sabía cosas, porque vamos, nadie lo sabe todo, hay personas que son muy buenas en su campo e ignoran totalmente otros, o sea todos somos así. Esa posición me ha hecho avanzar, también me hizo ganar la confianza de clientes y de colegas, gente que sabe que le estoy diciendo la verdad. Es gratificante.

Siempre van a aparecer situaciones en las que te vas a sentir un impostor, pero creo que así es siempre, va a ser parte del aprendizaje, la cosa es que tengas solo síndrome del impostor y no que de plano lo seas, creo que eso es algo que se sabe y ahí no hay duda.