Recuerdo Reloco: Funda de caramelos

En esas cosas que uno recuerda de forma esporádica y a propósito de la época navideña que recién pasamos, se me vino a la mente la primera vez que me robaron.

Es raro, son de esas cosas que uno tiene sepultadas en el cerebro pero que cuando vienen llegan muy vívidas. Pienso y pienso en ese momento y más detalles vienen a mi mente.

Yo tenía unos 8 años, fue el día del agasajo navideño en mi escuela, nos regalaron un tren de madera y una funda de caramelos. El tren de madera en ese momento me pareció un regalo más bien malo, aburrido, pero resultó ser un gran juguete, horas y horas de diversión. La funda de caramelos, por otro lado, se veía muy bien, tenía caramelos y chocolates que me gustaban.

El agasajo terminó y salimos temprano. Recuerdo que fuimos con mi mami a un almacén de ropa (¿o de zapatos?) y ella se estaba probando algo. Yo estaba deambulando por la tienda, abrazado a mi funda de caramelos, salí un rato y estaba en la puerta viendo algo en la vitrina, un tanto despistado, no me di cuenta cuando esos niños se acercaron.

– Regálame unos caramelos – me asusté un poco, eran un niño como de mi edad y una niña pequeña – No – no sé por qué dije que no, con mirada de súplica él me volvió a decir – dame unos caramelos – en ese momento se me pasó por la mente regalarle la funda de caramelos, pero pensé que sería tonto de mi parte regalar toda esa funda buena de caramelos a un niño desconocido, me imaginé a la gente diciéndome – de gana lo hiciste – también a otros diciendo – qué bien eres un buen niño – y mientras me quedé colgado pensando eso – dame los caramelos – el niño ya no estaba suplicante, estaba molesto. Agarró la funda con fuerza, empezó a halar, por instinto la sujeté con fuerza, en medio del forcejeo pensé que igual yo pensaba dársela y viendo que estaba por romperse la solté. Los niños se fueron corriendo. Entré al local y le dije a mi mamá que ese niño me quitó mis caramelos. No lo procesé en ese momento pero claro, me había quitado por la fuerza algo mío. Me había robado.

No me acuerdo si lloré, me acuerdo que mi mami me abrazaba y me decía que no era problema que todo estaba bien. En la noche, al llegar de su trabajo, mi papá llegó con una mega gigante funda de caramelos que recuerdo como mil veces mejor que la que solté. Yo estaba feliz.

Recuerdo el rostro del niño, cómo pasó de tranquilo a enojado luego de mi negativa, tenía los ojos saltones, oscuros. ¿Qué habrá sido de él? ¿Se acordará del hecho? ¿Sus padres se darían cuenta de que me robó esos caramelos? ¿Le dirían que estuvo bien o mal lo que hizo? ¿Tenía a sus padres? ¿Luego de eso tendría una buena vida o solo siguió por ese camino y siguió robando cosas? ¿Tenía opción?

Recordando esto se me metió en la cabeza lo diferente que hubiera sido si simplemente le regalaba los caramelos cuando los pidió. Qué diferente hubiera sido. En mi recuerdo estaría el día que decidí regalar esos caramelos a un desconocido que los necesitaba (o solo los quería) más que yo. Si él recuerda el episodio, también tendría ese recuerdo de cuando un niño desconocido le regaló sus caramelos sin dudar y no de cómo se los arranchó. Tal vez hubiera sido mejor, tal vez no.

Deja un comentario