Recuerdo reloco: El día de la pluma

Trato y trato de concatenar bien el inicio de esta historia y no logro entender cómo se dieron las circunstancias específicas que provocaron lo que voy a contar en esta entrada, pero este es el cierre de la historia de cuando fui consultor técnico (que conté por acá y por acá) … y no me había acordado. Pero bueno ahí va.

Cuado estuve en ese empleo me asignaron un equipo de escritorio, un cloncito ahí elegante que tenía características buenas y en el que trabajaba cuando estaba en la oficina. Resulta que cuando iba a los clientes tenía que llevar a todo lado ese case y normalmente en el cliente me daban los periféricos. En definitiva era un tanto inconveniente, una laptop era lo que realmente necesitaba, pero era mejor que tener una máquina asignada por el cliente donde no tenía todo lo necesario o con restricciones de acceso. Entonces, ya pues, tocaba ir a todos lados cargando la máquina y cuando llegó el proyecto que sería mi último en esa empresa no fue la excepción.

Luego ya vino todo el relajo de que si se quedan o se van y que la reunión y todo lo demás que ya conté en la entrada anterior y listo, al siguiente día de esa reunión ya no tenía trabajo. Y ahí es donde me falla la memoria. Por alguna razón la máquina que me asignaron no había sido devuelta, y no recuerdo exactamente las circunstancias. No me acuerdo en dónde estaba mi máquina, no estaba en mi casa, no estaba en las oficinas de la empresa y tampoco en las del cliente. Pero bueno, en definitiva, la máquina debía ser entregada como punto final de mi salida.

Para este efecto se usó un terreno neutral, luego de la reunión donde se definió que nos desvinculábamos de la empresa fuimos de cierta forma expulsados, nos bloquearon el acceso en todo sentido, entonces no era opción entregar las cosas en las oficinas de la empresa. Se usaron como punto neutro las oficinas de un distribuidor mayorista que se prestó para ayudar a la transición. Entonces recuerdo que igual fuimos en masa a tener una serie de reuniones en las que el Gerente de la empresa nos fue llamando de uno en uno a la sala de reuniones para la firma de la salida y para entregar equipos, entregar cheques pendientes. Entonces en mi turno, entré, devolví la máquina asignada [que alguien debió haber llevado (cha madre, esa es justo la parte que no recuerdo, ¿quién? ¿dónde estaban las máquinas?)], me entregaron un cheque que estaba pendiente, o sea el último sueldo, como facturaba ese sueldo no tenía derecho a ninguna indemnización; y salí. Mientras salía por el parqueadero rumbo a la calle me llamó la atención algo que caía lentamente en mi dirección. Era una pluma. En ese momento exacto la pluma cayó a mis pies. La cogí, en ese momento me pareció un detalle simbólico, como esperanzador, el planeta, el destino, la vida, la existencia diciéndome que las cosas iban a estar bien. Guardé esa pluma en mi billetera y la tuve conmigo por mucho tiempo, la veía y recordaba ese momento como me sentí, por un lado, desconcertado, maluco, por otro lado, entusiasmado, ansioso por saber qué más iba a suceder.

Pasó algo de tiempo y en una limpieza de mis cosas decidí botarla, por un lado pensé que fue un tanto antihigiénico tomar una pluma de un ave cualquiera que nadie podría saber qué tan sucia estaba (jaja) por otro lado en ese momento ya no me hacía falta, ya era tiempo de dejar ir esa situación, ya no me servía, cumplió su cometido, se fue, tal vez volaría a los pies de alguien más y tal vez alguien más la podría recoger. Me desprendí de esa pluma y ese día se me borró un poco de la memoria pero con este ejercicio de recordar todo eso regresó a mi memoria, aunque un poco desgastado.

Y así termina, ahora sí definitivamente, esa parte de la historia.

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