Reflexiones de trabajo remoto

Hace 4 años empecé a trabajar desde la casa. En ese momento no tenía opción, debía recortar costos debido a un proyecto nefasto en el que nos metimos de confiados y por hechos los invencibles y la jugada nos salió pésimo, algún rato espero llegar a contar esas anécdotas tristes. Pero en ese momento fue necesario tomar decisiones, así que dejamos de rentar la oficina y nos fuimos a trabajar todos desde la casa. Las cosas malas siempre tienen algo de positivo dicen, y bueno, descubrir las bondades del trabajo remoto está entre lo positivo que obtuvimos de esos momentos fuleros que nos tocó vivir en ese entonces.

Con este post, de ninguna manera pretendo crear «La guía definitiva de cómo debes trabajar remotamente» o dar los «N tips que necesitas para tener éxito en el trabajo remoto». En internet pueden encontrar ese tipo de publicaciones de forma muy fácil y con una precisión mayor a lo que yo podría hacer en este momento. Quiero más bien contar un poco de cosas de las que me he dado cuenta en este tiempo de trabajar desde la casa y más bien son un montón de ideas aleatorias que voy a ir escribiendo para desahogar un poco en medio de esta cuarentena que estamos viviendo.

Primero creo que es importante notar lo obvio, no todos los trabajos se pueden hacer de forma remota y no todas las personas se pueden adaptar a trabajar remotamente. Por eso el trabajo remoto no debe ser algo obligatorio, diferente a lo que estamos viviendo por ahora, pero debe ser una opción, y digo debe porque creo que sí es obligatorio en este momento tener al menos una porción de personal trabajando de forma remota, al menos de forma parcial, existen ventajas a nivel financiero, a nivel de gestión de tiempo, ambientales, entre otras muchas. Una estrategia de trabajo remoto puede estar dentro del paquete de beneficios que una organización entrega a su gente y puede ser un elemento crucial para captar talento.

El hecho de no tener que moverse necesariamente a la hora pico hacia un lugar específico es ya de por sí una ventaja. Mucha gente de Quito emplea entre una y dos horas cada mañana para ir a trabajar. Esa movilización normalmente es tortuosa, mucho tráfico, mucha gente desesperada por llegar a su destino, muchas imprudencias e incomodidades en el transporte público. Ese trajín ya predispone el día de las personas, y aunque puedas estar acostumbrado, igual ya existen muchas probabilidades de que llegues al trabajo amargado por tanta tontería que se ve en las vías. Lo mismo en las tardes al regresar al hogar con las mismas dosis de amargura al llegar a casa. Evitar la movilización aunque sea un par de días por semana es un gran beneficio.

El trabajo remoto como todos los trabajos requiere de un nivel de disciplina y un grado de organización de las tareas, es uno de los retos, tal vez el más complicado. Tener un orden en las tareas que se realizan, construir una rutina o mejor aún poder administrar el tiempo de una forma flexible, exige mucho de cada persona. El tener esa rutina es clave, que las personas que viven en la misma casa sepan en qué momento es hora de estar trabajando y en qué momento es un horario de distracción. Poder separar esos momentos de forma productiva de acuerdo a cada tipo de trabajo. Mejor aún, poder decidir qué tareas se van a ir realizando de acuerdo con los objetivos que se tienen planteados sin necesidad que sean tareas impuestas por un jefe o supervisor.

El trabajo remoto requiere de un horario. Hay una preconcepción de que al estar trabajando remotamente se debe estar disponible 24×7. Eso es pésimo. El horario laboral debe definirse y debe respetarse, estar trabajando remotamente no implica que vamos a poder escribirnos a cualquier hora para realizar tareas del trabajo, o que se van a crear videollamadas a media noche, solo porque se puede. Es más, una de las cosas más comentadas últimamente es que la gente está viendo que hay demasiadas reuniones, de ley han escuchado la frase «Esa reunión pudo haber sido un correo», así que sí, el trabajo remoto también ayuda a disminuir el absurdo de tener todo el día lleno de reuniones, la agenda llena siempre por invitaciones a reuniones que se dan solo porque todos estamos ahí a la manito, y mejor que estén todas las personas que puedan estar sea o no estrictamente necesaria su presencia. Racionalizar qué debe ser una reunión y qué no es otro punto bien importante.

Para muchas organizaciones es un reto el tener a su gente trabajando remotamente porque no saben qué están haciendo en cada momento del día. Los jefes y supervisores están tan acostumbrados a ver a la gente trabajando a su lado que sienten una especie de ansiedad al no saber qué está haciendo cada quien. He visto comentarios de personas que tienen que estar reportándose de forma reiterada con sus jefes durante el día avisando qué están haciendo, o peor, empresas que están usando software de supervisión (espía) de su gente. Verles por medio de sus cámaras web para saber que están sentados en sus «puestos» y trabajando. Los jefes y administradores preguntan – ¿Cómo hago para saber que mi gente está trabajando si no los estoy viendo? – y la respuesta es no debes saberlo, debes confiar en que la gente está haciendo el trabajo – ¿Pero cómo voy a ser tan confiado de no estar presionándolos para que me indiquen qué están haciendo? – y la respuesta es si no puedes confiar en que las personas van a hacer su trabajo porque es su responsabilidad tal vez sea otro tipo de problema, tal vez no deberían estar trabajando juntos para comenzar.

Es importante que las personas puedan crear un espacio de trabajo. En este caso en el hogar, es lo mejor tener un espacio destinado a trabajar. Mentalmente es mejor determinar un espacio específico al que tengamos asociado con las actividades laborales, trabajar desde la cama, en pijama, no es precisamente la mejor forma de trabajar. Para mi gusto es mejor tener un espacio que nos haga entrar en la zona y en la mentalidad de trabajo. Tener este espacio delimitado y propiamente adecuado apoya la creación de la rutina de trabajo de la que hablé anteriormente.

Una de las cosas que más apoyan a la productividad es contar con las herramientas tecnológicas que permitan realizar el trabajo remoto. Lastimosamente en este momento se nota que muchas organizaciones no estaban preparadas para algo como lo que estamos enfrentando, el personal de TI de cada organización está trabajando a full para lograr que la gente se pueda conectar, en el mejor de los casos ya tenían listas sus VPNs y accesos remotos habilitados para todos, pero claro, el mejor de los casos es muy poco común. Inclusive en organizaciones grandes se ha notado la falta de preparación y en muchos casos la improvisación, pero bueno, dadas las circunstancias, es mejor improvisar que no actuar y por último, haciendo camino al andar, ir creando las normas y estrategias de acceso remoto que se vayan adaptando a cada realidad. Hablar de todas las brechas de seguridad informática que se han creado en estas semanas de trabajo remoto es un capítulo totalmente aparte y es un problema que está ahí latente en todos lados y que seguramente dará qué hablar más adelante.

Es triste ver los números de acceso a internet en el país. No se puede dar por sentado que todas las personas van a tener los medios para conectarse. No se puede asumir que todos los miembros de una organización van a tener una máquina de escritorio o portátil que van a poder destinar para hacer trabajo remoto, peor aún que van a tener un dispositivo para cada una de las personas del hogar. En este caso deben ser las empresas quienes entreguen los medios para habilitar el trabajo remoto, no se puede dar por sentado que los empleados de una organización van a poner plata y persona para poder seguir trabajando, aunque en este momento en muchos casos es así, eso no debería ser lo normal.

Esta situación extraña que estamos viviendo no debería quedar asociada con el trabajo remoto. El trabajo remoto no es cuarentena o limitación de salidas, al contrario es lograr una flexibilidad que puede disparar tu productividad sin dejar de lado otros aspectos de tu vida. Es poder decidir qué hacer en un momento específico sin necesidad de pedir permiso, o cargar cierto tiempo a vacaciones para poder ir a un acto en la escuela de tu hijo, o ir al doctor, o hacer cualquier cosa que se considere importante, y sí mucho más importante que estar sentado en una habitación deseando estar realmente en otro lugar.

Adoptar el trabajo remoto debería ser un proceso por el cual las empresas permitan adoptar de forma voluntaria a las personas diferentes días para poder realizar sus actividades desde otros lugares, porque trabajar remotamente no necesariamente debe ser trabajar desde casa, mucha gente opta por ir a un espacio de coworking, o a una cafetería o a cualquier otro sitio que permita romper la rutina. Esta adopción debería ser paulatina y no abrupta como se está dando en estos momentos a causa de las medidas que se han tomado por el Coronavirus.

Esta experiencia forzosa y estresante no debería ser el punto de referencia de las organizaciones para poder determinar si el trabajo remoto es o no una opción para sus colaboradores, la situación actual no podría ser más complicada, inclusive tomando en cuenta que es muy complicado construir una rutina de trabajo bajo las circunstancias actuales. En varias de mis llamadas y actividades que he podido hacer con clientes en estos días, ellos han tenido que intercalar las tareas que estamos ejecutando o revisando con actividades del hogar, se nota la falta de costumbre que ellos y sus familias tienen. Pero igual, me imagino que en muchos casos hay gente que está abriendo los ojos y viendo que trabajar remotamente puede ser una opción para ellos, algo real, algo deseable que puede hacer que su vida laboral sea mejor. Espero que así sea.

El trabajo remoto es una apuesta de confianza. Creer que cada persona va a realizar sus tareas de forma apropiada. Que por estar ubicados en puntos geográficos diferentes no se van a justificar retrasos o vaguerías. Es saber que aunque no nos veamos las caras podemos trabajar en equipo. Es respetar el tiempo propio y valorar el tiempo de los demás. Es poner a prueba el compromiso que tenemos con la organización a la que pertenecemos. Es agradecer que podemos tener el privilegio de seguir siendo productivos a pesar de las circunstancias extremas que se están dando por el COVID-19, no somos la mayoría los que podemos decir eso.

Las circunstancias actuales son tan inusuales que incluso yo que he estado trabajando en esta modalidad por años siento incomodidad, y siento que estoy sicológicamente afectado por el estrés de la situación del país, de mi familia, de mis clientes, del mundo, la situación sanitaria, de salud, económica. Por eso digo de nuevo, esto realmente no es trabajo remoto. Para mí siempre ha sido libertad y por ahora no lo es tanto.

Podcast: REWORK – Trabajo remoto

A propósito de la situación en la que nos encontramos por el COVID-19, en que muchos han podido experimentar en estos días el trabajo desde casa, les comparto el capítulo más reciente de uno de mis podcasts favoritos, REWORK, el podcast de Basecamp donde hablan sobre cómo mejorar la forma de trabajar y llevar una empresa.

En este episodio han compartido la primera parte de la transmisión en directo que David Heinemeier Hanson y Jason Fried hicieron para responder preguntas sobre trabajo remoto, y básicamente dan tips y sugerencias que creo que pueden ser útiles para alguien que empieza a trabajar remotamente, ahora que a muchos les ha tocado iniciar a trabajar así de forma repentina.

Les recomiendo este episodio y realmente todos los episodios son interesantes.

Remote Work Q&A, Part 1

YouTube: Data is beautiful

En este post relámpago (o bonus post) (o bueno aún no sé cómo llamar a estas publicaciones ligeras que voy a empezar a sacar) comparto un par de videos de un canal de YouTube que encontré el otro día, Data is beautiful. Y en verdad es lindo ver la información de esta manera. Comparto un par de videos relacionados con tecnología: los lenguajes de programación, sistemas operativos y sitios web más populares de las últimas décadas.

Hay muchos videos más que pueden ver en el canal cubriendo series, películas, cómics, música; y como ejemplo dejo este que me gustó bastante: las series de televisión más populares de las últimas décadas.

¡Cómo le ayuda a la mujer!

El otro día me crucé con este video. Me dejó pensando un montón en qué papel estoy teniendo en mi casa.

Me dejó pensando en serio, al punto que ya han pasado algunos meses y recién me animo a escribir sobre esto.

Yo siempre me he considerado un tipo que ayudaba en la casa, desde que me casé siempre estuvimos dividiéndonos algunas actividades con mi esposa para mantener las cosas en orden y las compras y la administración del hogar y etc.

En ese tiempo ya se instauró en mí la idea de que no es que yo ayudaba en la casa, como si yo fuera un ente externo, como si yo estuviera dandos mis servicios tercerizados de limpieza, no es una ayuda es una responsabilidad. Entonces cuando vi el video me sentí realizado en los primeros segundos porque decían cosas que coincidían con esto que yo ya había concluído por mi cuenta. No es una ayuda es una responsabilidad.

De hecho esta responsabilidad compartida se convertía diariamente en algo más que se podía compartir que podía llegar a ser hasta divertido. Ya conté en otra ocasión sobre mi afición con lavar los platos, por ejemplo, pero así con la mayoría de actividades de la casa. Obviamente hay cosas que gustan más que otras pero eso ya qué, tampoco voy a decir que planchar es mi pasión.

Con el tiempo y en relación a esto he escuchado un montón de cosas, la primerita de siempre es «¡Qué bestia! ¡cómo le ayuda a la mujer!» y bueno eso ya está más que dicho en este texto, no es ayuda, es simplemente parte de mi responsabilidad. Conforme uno va desempeñándose en las tareas domésticas también va ganando experiencia y pericia, cada vez se hacen las cosas de mejor manera y claro eso se nota, y ahí me gané uno de los comentarios que más orgullo me produjo y que hasta hoy guardo, una señora ya de edad me dijo «Oiga Andrés, todo hace bien en la casa, como si fuera mujer», orgullo muchachos, orgullo fue lo que sentí cuando me dijo eso. Y claro yo feliz, me sentía lo máximo, no solo que me gustaba hacer estas actividades, las hacía bien.

Pero, vi ese video. Y al final me di cuenta que hay mucho más que puedo hacer, al final dejo mucho de la carga de las decisiones de la casa y de la coordinación de las actividades sobre mi esposa. Noto que ese es un punto que debo mejorar, soy muy cómodo en contar con que ella hace la lista de compras, ella está al día en lo que debemos hacer y lo que hace falta en la casa y es algo que tengo pendiente y que quiero hacer. No es justo que ella tenga que estar pendiente de cosas que inclusive son netamente mi responsabilidad y que tenga que recordarme si ya hice o no hice cierta cosa. Es poner toda esa carga sobre ella y como digo no es justo. No sé cuánto tiempo me tome pero estoy enfocado en esto, llegará el día en que ella ya no tenga que insistir e insistir en cosas que debo hacer, llegará el día en que yo ya deje de ser un despistado y pueda compartir estas actividades de mejor manera.

Hay tantas cosas en las que debemos mejorar como hombres para una convivencia mejor y con mayor igualdad, empezar con esto super básico desde la casa, me parece buen primer paso.

De mentores dementores

Empecé mi empresa a las patadas. Sin plan, sin objetivo claro, pero con ganas. En el camino las ideas de lo que íbamos o no a hacer fueron mutando y terminamos definiendo lo que hacíamos. En ese mismo camino pude involucrarme con otras empresas y gente. Yo había leído algunos libros en los que el tipo cuenta su experiencia de cómo todo iba relativamente mal hasta que empezaba a recibir la asesoría de alguien y todo empezaba a ir relativamente mejor. En muchas de las historias este encuentro con un mentor terminaba siendo el salto cualitativo que permitía pasar de tener una empresa turra a una exitosa.

Tenía una dicotomía, una dualidad dentro de mí. Tenía ya una empresa pero creía que no lo merecía, que no era lo suficientemente bueno para tenerla y la empresa no funcionaba al 100% por mi culpa. Creía que había algo que no sabía, y no sabía hacerlo porque era muy inexperto, muy joven, un improvisado. Entonces empecé a buscar mentor. Pero no era búsqueda directa, o sea no estaba yendo a preguntar a personas aleatoriamente «Buenas, ¿tal vez le interesa ser mi mentor? ¿Tiene alguna cosa que enseñarme?» sino más bien estaba como atento a ver a quién podía tener de referente dentro de mis contactos para ver qué hizo, cómo hizo y eventualmente poder pedir algún consejo así como pana o inclusive pagar por la asesoría dependiendo de la situación.

Entonces empecé a fijarme mucho en la gente que estaba en posiciones de poder (gerentes, propietarios, fundadores) en las empresas con las que tenía contacto y empecé a notar un patrón que no me agradó tanto. Yo había hasta ese momento tomado decisiones basado en mi «instinto», por así decirlo, porque no tenía un sustento estratégico que me haya llevado a tomar tal o cual acción, pero era como que lo lógico que podía hacer y lo hacía. Entonces me di cuenta que la mayoría de gente que estaba en posiciones de poder hacían más o menos lo mismo. Esto, creo yo, principalmente porque estoy hablando de empresas pequeñas, entonces claro, no podía encontrar a mi referente en estas empresas porque en cierto momento incluso empecé a ver que estas personas más allá de tratar de ayudarme o poder darme alguna retroalimentación o asesoría estaban tratando de conseguir eso precisamente de mí. Eso me dio dos cosas para pensar: 1) Parece que no estoy tan perdido en lo que estoy haciendo, que la gente me está pidiendo que le ayude. 2) Al parecer nadie sabe nada.

Entonces me enfoqué más en empresas medianas con las que tenía contacto y ahí claro que encontré nociones más claras de movimientos estratégicos. Pude tener algunas conversaciones, con algunas personas y ahí encontré un par de casos en los que me trataron de apadrinar de alguna forma. Pero encontré en cambio otro comportamiento que tampoco me gustó. Querían cambiar mi forma de hacer las cosas, en unos casos con buenas intenciones (creo), pero en otros casos para mal. Creo que en estas interacciones en las que yo mismo entré como en una posición más humilde, de sentirme inferior por menos experiencia, edad, tamaño de empresa, ganancias y muchas otras cosas más, fue cuando más estupideces llegué a escuchar.

  • El extremo condescendiente: «A ver te explico, lo que tú tienes es una startup, entonces tienes que planear su crecimiento exponencial, sino no vale, y debes tener una estrategia de salida». Queriendo explicarme cosas muy básicas y no pasaban de ahí, la cosa es que claro tal vez yo estaba dando una impresión de inferioridad total y de ignorancia. Al margen de eso, esa mentalidad no me ha cuadrado mucho eso de andar buscando unicornios y buscar mucho mucho financiamiento, y luego vender y topes. Pero bueno eso es material para otras publicaciones.
  • El extremo de superioridad: «vos tienes una empresa enana, tal vez cuando tengas un tamaño como el de nosotros podamos tener puntos en común para poder revisar y conversar». Y bueno eso era cierto, y creo que sigue siendo, pero loco, justo por eso llegué a hablar de estas cosas contigo, no porque ya sabía sino porque creía que podía saber a través de tu experiencia.
  • El extremo corrupto: «Tranquilo que sí podemos llegar a trabajar en conjunto, y claro ahí como tus servicios se alinean con los nuestros podemos atacar a los clientes y armar unas pujas para irnos repartiendo el mercado y te puedo poner en contacto con algunas personas que tienen influencia en tal entidad del estado y en tal empresa, entonces les pagas un fee (un fee le dicen a la coima, ¡puercos!) y te ayudan a que el contrato te salga». Creo que esto fue de lo que más me he topado en este mundillo empresarial ecuatoriano, el sistema está podrido en todos lados, no solo en la política y lo público, también a nivel empresarial y en lo privado.
  • El extremo irracional: «¿qué? ¿por qué te iba a dar esa ayuda? ¿me vas a copiar? ¿te vas a meter en mis clientes? ¿qué pretendes? ¡no sabes con quién estás hablando! ¡una llamada mía y te cierro las puertas de todo el mercado ecuatoriano!». Sin comentarios.

Al final me di cuenta que esta búsqueda era infructuosa. Acelerar las cosas no iba conmigo e iba a ser una suerte gigantesca encontrar a alguien que coincida con mi forma de ver las cosas y con lo que yo pensaba que debía o no hacer con mi empresa y me ayude en ese camino. Me di cuenta que estas interacciones más bien me estaban chupando mi energía, mis ganas de hacer, mi gusto por lo que estaba haciendo y no estaba consiguiendo ningún beneficio tangible. Realmente lo único que conseguí, que no es tampoco algo menor, fue ver que no estaba tan perdido como yo pensaba; y de pasito fui aprendiendo todas las prácticas empresariales que no me gustaban, así que les agradezco a todas estas personas en posiciones de poder (gerentes, propietarios, fundadores) que me enseñaron con ejemplos claritos todo lo que no quiero llegar a ser.

Al final creo que fue mejor dejar de lado esa intención de buscar un mentor, pero sí seguir abierto a aprender, leer libros, buscar cursos, compartir. En mayor o menor medida también he podido ayudar a personas que les ha tocado vivir lo mismo que a uno y que de alguna forma he podido apoyar con mis experiencias. En parte es la idea de este blog y en verdad disfruto eso.