Lavar los platos

El otro día leí este artículo que se había publicado hace unos meses en Business Insider, ¿Por qué Bill Gates, Jeff Bezos y otros multimillonarios prefieren fregar los platos a mano?. Me causó un poco de gracia porque dentro de los artículos que quería escribir estaba justo uno relacionado a lavar platos, así que como leer este otro artículo me hizo acuerdo, aquí va.

Lavar los platos siempre ha sido uno de mis quehaceres favoritos, en general disfruto de los quehaceres del hogar (planchar no tanto), pero siempre ha habido algo especial con lavar los platos. Tiene su encanto. Como tipo tan propenso a dejar las cosas para más lueguito, y como persona que entrega servicios tecnológicos y soporte hay una sensación de que las cosas nunca terminan y es justo ahí donde una tarea rutinaria como lavar los platos llega a ser relajante.

Lavar los platos es una tarea metódica, constante, finita. Mi rutina es normalmente clasificar un poco todo lo que está sucio, poner prioridades, buscar algún curso o serie y empezar a lavar. En medio de una tarea tan mecánica incluso cuando se mira o se escucha algo en paralelo la mente se vuela, muchas ideas me han venido en ese momento, en ese sentido llega a ser una especie de meditación, y tiene también su encanto ir acomodando todo lo lavado para que se escurra antes de guardarlo y también el secar y guardar cada cosa en su lugar.

Tiene ese gusto de la actividad que finaliza y deja mejor las cosas que como estaban antes. Ver el mesón y el lavabo antes, lleno de cosas y luego ver todo limpio y acomodado. Tiene una gratificación instantánea.

Normalmente cuando comento de mi gusto por lavar platos la gente me dice que cómo me puede gustar, que es lo peor, pero desde que recuerdo me ha gustado. En su momento era una de las pocas tareas de la cocina con las que podía, hoy por hoy que con mi esposa nos turnamos para cocinar normalmente soy yo quien lava los platos, sin duda lo mejor es cuando trabajamos en equipo, mientras ella cocina, yo lavo, y así cuando la comida está lista también todo lo usado queda limpio.

Este gusto por lavar platos llegué a aplicarlo también en el ámbito laboral, me ayudó a hacer amigos en los lugares donde trabajé, se formaba una cadena de lavado en el grupo con el que almorzábamos o tomábamos un café y claro también se convertía en un momento para conversar y reírnos un rato. Luego cuando ya estuve en mi empresa y teníamos algunas personas trabajando, la parte de lavar los platos la llegué a aprovechar ya hasta para traspasar un poco de la filosofía de trabajo que quería que todos manejen. Todos nos turnábamos, y claro siempre había alguien de los típicos que no levantan un plato en la casa pero al final terminaban ayudando en algún punto, tampoco era una exigencia loca, pero era un momento de tranquilidad donde se podía conversar de algo diferente al trabajo, o incluso tratar de sacar nuevas ideas para resolver algún problema, y todos entendían que no habían puestos especiales ni escalafones en la empresa, todos estábamos ahí para ayudar y ser serviciales, para trabajar en equipo en una tarea que no era una obligación para nadie, pero es sin duda necesaria a no ser que se tenga a una persona de limpieza cuyo trabajo sea específicamente ese, y como no había. En definitiva se pueden sacar muchas lecciones de una tarea sencilla como esta.

He llegado a creer que una de las claves para la felicidad es poder disfrutar y sacarle provecho a lo más trivial, rutinario y mundano. Este es el ejemplo más claro que tengo para demostrar esto.

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