Desesperados por conseguir

Estamos en una era en la que se pueden conseguir cosas de forma tan inmediata que empezamos a pasar esa urgencia por conseguir todo rápido a todos los aspectos de la vida.

Y peor aún, se crea una sensación de estar perdido o mal porque llegaste a los 30 y no tienes aún un rumbo, o no eres billonario como Zuckerberg. Empiezas a buscar desesperado la edad en la que crearon sus empresas tus referentes, que si Jobs ya tenía Apple a los 21 años, que si Gates fundó como a los 20 años Microsoft, que si Musk ya había vendido PayPal a los 31 años, por nombrar a tres referentes genéricos. Gente que conoces que viaja a lugares que tú no conoces, amigos con cargos mejores, sueldos mejores, casas mejores, autos mejores. ¿Mejores por qué? Mejores en comparación, y eso es lo malo te empiezas a comparar con todos.

Comparas tus logros con los de los demás, comparas el estado de tu empresa con el de las demás. Y no necesariamente es envidia, muchas veces puede parecerse, pero en realidad es un hacer de menos lo que consigues pensando que otros están mejor, que no eres lo suficientemente bueno, que otros están consiguiendo lo que quieres más rápido. Pero estas comparaciones son una estupidez.

No puedes comparar tu realidad, tu experiencia de vida y tus logros con los de nadie. Lo que aprendí pensando sobre esto es que está bien estar feliz por tus logros, que mis logros están bien y son míos y son lo mejor que pude hacer. Así como mis problemas, mis defectos, mis limitaciones. También están bien, pero podría estar mejor sobreponiéndome a esos problemas, corrigiendo esos defectos, superando esas limitaciones. Es un proceso de mejora infinito tanto a nivel personal como profesional.

Esa urgencia de conseguir cosas y la sensación de estar perdido hacen que perdamos de vista lo importante del proceso; y por acelerar las cosas sin mucho sentido he visto perderse a mucha gente buena y hundirse a empresas amigas que iniciaron con destellos y excelencia; que por acelerar su ascenso, su crecimiento, su aprendizaje optan por  seguir el juego de la corrupción, del palanqueo, de la viveza criolla, el juego sucio. Lo que suelen llamar camino fácil que de fácil no tiene nada, vendes tu integridad, una vez que entras en ese juego ya no logras salir o al menos no sales impune. Un crecimiento meteórico sin bases fuertes que se desploma al menor problema.

Cada cosa tiene su tiempo, necesita su desarrollo, no puedes acelerar cosas que se deben dar de forma natural. Otros pudieron haberlo logrado más rápido, pero no importa, pudieron hacerlo mejor, ¿mejor que quién?, eso no importa, porque yo tengo mi proceso, mi camino, que debe ser recorrido por mí y llevado a cabo a mi ritmo. El proceso y el camino son la felicidad.

Soy el gerente, ya no soy técnico

El título de este post es una del montón de estupideces que he escuchado durante estos años. Quiero enfocarme principalmente en cosas que he tenido que escuchar cuando he tenido que reunirme con pares, con gente que ha fundado sus empresas (de mayor o menor tamaño), con gente que tiene un cargo elevado en alguna organización (con mayor o menor responsabilidad / poder), en definitiva con gente que resulta ser jefe de alguien más y que normalmente tiene como cargo Gerente.

Gerente. Una estupidez mía fue que cuando me nombraron gerente al inicio, cuando la empresa fue fundada, no entendía todas las responsabilidades legales que debía cumplir y no entendía exactamente el cargo ni lo que debía hacer. Ninguno de mis socios lo sabía, y fue duro para todos luego entender que yo debía ser la persona que iba a tomar decisiones y que, como además era representante legal, cualquier cosa mala que pasara iba a recaer en un grado importante sobre mí. Pero claro, son cosas que uno no piensa mucho y era lo típico que dices: «Chévere, para mí será un gusto, un honor, poder cumplir con esta posición».

Otra tontería de aquellas y esta ya no era solo mía, sino que lo he escuchado de varias personas, aunque no niego que durante mucho tiempo lo pensé también, es cuando dicen algo tipo: «Este man es el gerente, el técnico, el mensajero, el barrendero… esas empresas…», y lo dicen obviamente de forma peyorativa. Yo le daba mi propio giro y usualmente no me presentaba como el gerente de mi empresa, pensaba: «Soy el gerente de la nada». La mayoría de gente a la que he escuchado decir esto y que hacían de menos este tipo de situación no se imaginan el trabajo tan brutal que es tener que cumplir con todas esas actividades, si alguien puede cumplir con las expectativas de servicio del cliente, a pesar de tener encima todas estas actividades adicionales, algo está haciendo bien y es más bien un logro. Pero justamente el otro lado de la moneda es el que le da título a esta entrada.

Es uno de los casos típicos que he visto en empresas de servicios tecnológicos. Un tipo que es un buen técnico decide montar su propio negocio, consigue algunos clientes, normalmente los mismo clientes con los que trabajaba antes en alguna otra empresa, y automáticamente deja de ser técnico y, lo peor, anda por ahí pavoneándose y diciendo frases como: «Ya cerramos el negocio ya ahorita es cuestión de contratar unos 3 gatos que den el servicio» o «Ahí les puse a que aprendan, a mí ya ni me vean, yo soy el gerente ya no soy técnico», demostrando un nivel personal tan pobre haciendo de menos a sus empleados, a sus clientes, a todo el mundo. Ya va por el orden de las decenas el número de negocios que he visto donde los fundadores pasan de buenos técnicos a gerentazos mediocres y todo se les arruina en el mediano plazo.

No estoy tampoco glorificando la situación de gerente que hace de todo, al menos no en el largo plazo, al final eso indica que algo no anda del todo bien, pero sí me parece de lo último la actitud que toman muchas personas que he conocido y que al mínimo contacto con algo de poder se deschavetan.

A lo largo del tiempo he hablado con todo tipo de gerentes. Buenos y malos. Sencillos y rayados. He podido aprender cosas importantes que espero poder compartir por este medio, pero sin duda lo más importante que he podido aprender es a quién no me quiero parecer, qué tipo de gerente no quiero ser.

Creando empresa: Así inició todo

Es increíble pensar la simpleza del momento en que tomé la decisión de crear una empresa. Es un momento super específico que recuerdo con muchos detalles. Estaba apoyando una demostración de las funcionalidades de unas herramientas en lo que se podría considerar como un cliente importante, estaba ahí sentado al lado de un pana que fungía como mi jefe en ese entonces, configurando, tratando de hacer que una herramienta haga algo que no hacía pero buscando la forma de decir que sí hacía lo que el cliente quería. Ya por meses había estado pensando en cómo tener algún proyecto paralelo a mi trabajo o en hacer algo por mi cuenta, y en eso me hallaba en ese momento, divagando mientras la herramienta seguía sin hacer lo que no hacía y no se me ocurría cómo hacer que lo haga (nunca lo hizo).

En eso, golpe 4 de la tarde de un martes por allá por mayo de 2008, me llama un ex-compañero de trabajo de la empresa en la que yo seguía. Me dice que está trabajando en otra empresa y que él no cree que sea la gran huevada lo que se necesita para poder iniciar un negocio similar a los que en ese momento nos tenían empleados.

Le digo que me parece hasta divertido que me haya llamado exactamente en ese momento, porque casualmente yo estaba pensando en lo mismo. Yo hablaba medio en clave porque claro se me hacía medio cargoso hablar sobre eso al lado de mi pana, con el que ya hubieron un par de roces (nada grave) por esa dinámica tonta que se crea cuando uno es amigo de alguien que se convierte en jefe y uno es inmaduro y etc. Y ese fue el momento en que lo decidí, así de buenas a primeras, aprovechemos que alguien me llama de la nada para crear algo.

Ya había pasado algún tiempo pensando en posibles nombres para la hipotética empresa; justo en ese instante de la llamada, en una de las pantallas de la herramienta que estaba configurando, estaba escrita la palabra que luego se convertiría en el nombre.

Me acuerdo que pensé que solamente con el man que me llamó no me iba a lanzar, necesitaba más partes del equipo, entonces le dije: «Loco, con estas otras dos personas también reunámonos, me parece que ellos quedarían perfecto en el proyecto», y el man: «Claro, si confías en él y en ella de una, a mí también me caen bien».

Y ahí sí no recuerdo si fue esa misma tarde-noche o si fue al día siguiente. Nos reunimos en el patio de comidas del Quicentro. Compramos algo en el KFC porque había que comer algo mientras se conversaba, y hablamos de las posibilidades y de cómo las empresas en las que trabajamos eran un grupo de gente cualquiera que nos explotaban y que, por último, por qué no nos explotábamos a nosotros mismos, y era cuestión de ir y vender las soluciones que cada quien medio conocía, y también se podían hacer páginas web, y también se podía crear software, y también se podía luchar por cosas idealistas como crear una empresa que nos deje retirarnos a los 30 años, y que seguro nos iba a ir bien si vendiendo un proyecto bien vendido ya tendríamos para vivir todo un año sin lío, y el resto del tiempo ya sería solamente meternos más plata así sin más.

Varias reuniones adicionales nos llevaron a hacer un plan de cómo cada uno iba a botarse del trabajo en un momento específico, decidir el nombre de la empresa, que luego de todo fue el nombre que yo vi en la pantalla esa tarde, y luego ya empezar a movernos para que la empresa se cree, y produzca, y nos volvamos ricos.

Y la empresa se creó y entonces todo estaba listo. Teníamos el equipo que pensábamos adecuado y nada podía salir mal. Y claro, todo se fue a la mierda.